Los mendocinos, como el resto de los argentinos, claramente, han ingresado con un asombro impactante en la Era Milei: la carne, el pollo, la leche, el pan, las verduras y las frutas se han ido, de golpe y en un santiamén, a valores siderales. El combustible casi ha duplicado su precio en menos de una semana y la preocupación por lo que viene, en lo inmediato: la organización y planificación de las Fiestas de fin de año y el armado de la mesa familiar. En lo mediato y, con la vista un poco más allá, la intriga parece posarse en el arranque de las clases, en la canasta escolar y en el país que tendremos en ese primer trimestre del clave año número uno del nuevo gobierno nacional. Los comentarios levantados por los cronistas de los canales de TV y radio en las estaciones de servicio, en los súper y comercios de cercanía dan cuenta de la zozobra colectiva, pero así también de la apuesta esperanzadora que une a la mayoría a favor de un acierto del libertario para un mediano plazo.
Y entre todo el universo nacional, quizás sean los mendocinos los menos sorprendidos o movilizados, que en verdad lo están, por las medidas que va tomando el nuevo gobierno. Mendoza tiene problemas estructurales directamente vinculados con la lastimosa marcha de su economía, aquella que años atrás alcanzaba para darle –aunque fuesen mínimas respuestas– satisfacciones y beneficios a la fuerza laboral. Es por allí, por las reformas y cambios que pueda imprimirle Milei y su equipo al rumbo del Estado y a la reactivación de la maquinaria que crea y genera riqueza porque, por ese lado, está el camino del nuevo empleo, genuino y bien pago. La expectativa, quizás de manera inconsciente, por el lado del mendocino medio, informado o no, está puesta más que nada en la estabilización de la economía, en un plan en ese sentido, más que por las extraordinarias medidas de carácter fiscal y de ajuste que anunció Luis Caputo, el ministro de Economía, el martes, o las de las inéditas y espectaculares acciones que tomará el Gobierno para impedir la protesta social o los piquetes con cortes de rutas que ha dado a conocer la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich.
En Mendoza, más allá de que se haya cumplido –todo indica que efectivamente se ha ido en ese sentido–, ocho años atrás comenzó a implementarse un plan de reforma del Estado en materia del gasto fiscal similar, en proporción, claramente, a lo anunciado por Caputo. Los mendocinos saben –o al menos conocen vagamente, pero tienen idea de lo que se habla–, cuando se les comunica reducción del gasto o eso de ceñirse y adaptarse a los recursos con que se cuenta. La planta de personal en el Estado, que a mediados de la década pasada, alrededor del 2011, alcanzaba su máxima expresión, comenzó a reducirse cuando se tomó la decisión de no remplazar las vacancias naturales que se fueron dando por jubilación o renuncias. Por lo general, porque existen excepciones, todo el personal público está en funciones presencialmente, y el que no trabaja, siempre y cuando lo descubran en la tramoya, no cobra. Y si falta insistentemente, se activa un mecanismo normal y habitual para despedirlo. Hay muchos casos de esos por año. En Mendoza se conoce, a grandes rasgos, que antes que la inflación, la deuda y el dólar, se deben atacar las cuestiones del déficit, el origen de la mayoría de los males que afectan el buen funcionamiento del Estado. En términos generales, es así. Por eso, más que las medidas de Caputo, las que por supuesto han tenido sus consecuencias en la disparada de los precios más sensibles de la economía ordinaria por la devaluación y el levantamiento de los controles de todo tipo, lo que se está aguardando con tensión es el plan estructural, el del paquete de leyes ómnibus, que podría conocerse desde el lunes en adelante.
En la misma línea y, quizás, de manera mucho más marcada que con las medidas económicas, impactan en Mendoza las decisiones asumidas por el gobierno de Milei frente a las protestas callejeras de las organizaciones sociales y piqueteras. “El que las hace las paga”, o “el que corta no cobra”, con los que Bullrich dio paso a una supuestamente firme disposición de impedir a partir de ahora los cortes de las rutas y avenidas durante las manifestaciones, en Mendoza bien puede traducirse como que “el que corta va preso”, como ha ocurrido con los dirigentes del Polo Obrero que ignoraron el Código de Convivencia Urbana que está vigente en Ciudad.
No ha sorprendido, además, lo dicho anteriormente por Milei respecto del freno a la obra pública nacional en todo el territorio, porque eso opera de hecho desde varios meses en Mendoza con los tres o cuatro emprendimientos que existen de los más importantes, o aquello de la suspensión del envío de las partidas no automáticas y discrecionales, porque su relevancia en la Provincia ha sido casi nula, no superando siquiera los 15.000 millones de pesos anuales frente a escandalosas cifras destinadas a otros Estados.
Con lo que, bien puede decirse que los mendocinos aguardan conocer el paquete de medidas de fondo que podrían poner en camino de estabilización y normalización a la economía tras un doloroso trance que recién parece estar empezando. Por lo demás, hace rato que, no sólo la nación, sino aquellas otras provincias acostumbradas a administraciones dispendiosas, populistas y feudales, deberían haber transcurrido por reformas y cambios de rumbos que se ven como inciertos y hasta estrambóticos, pero que no son más que la aplicación de un poco de sentido común, nada más.
FUENTE: elsol.com.ar