Una guerra de bandas que no tiene control. Comercio de drogas en pequeñas cantidades, armas y conocidos personajes que no pierden vigencia a pesar de los años vienen generando terror desde hace meses. Parece una historia repetida y contada decena de veces porque el modus operandi es el mismo, pero los tiroteos en el oeste de Godoy Cruz parecen no tener fin.
El “gran problema” está en el Campo Papa con sus —al menos— tres grupos de jóvenes armados de entre 15 y 25 años que se vienen disputando el territorio del narcomenudeo de cocaína —principalmente— y marihuana. Los complejos aledaños viven una realidad similar. Tal es la preocupación de algunos habitantes de la zona, que son ellos los que juntan las vainas servidas para entregárselas luego a los investigadores.
El Sol viene desarrollando informes y alertando sobre las balaceras ocurridas casi a diario. Los integrantes de las organizaciones se suben muchas veces a los techos de las viviendas y comienzan a disparar cuando un rival pasa por la zona.
Tienen en su poder armas de grueso calibre: pistolas calibres 9 milímetros, escopetas y hasta ametralladoras PA3, las mismas que utiliza la Policía. No dudan en exhibirlas en redes sociales a través de fotos y videos y enfrentarse cada vez que se ven las caras en los angostos pasillos. Y este fin de semana no fue la excepción.
Dos mujeres resultaron heridas en diversos tiroteos durante la madrugada del sábado y del domingo. Una de ellas murió tras recibir un disparo en la cabeza. La otra, llamada Rebeca, fue alcanzada por un proyectil “en la zona de la cintura” y logró salvar su vida. De acuerdo con fuentes judiciales, policiales y vecinos de la zona, las víctimas no tenían nada que ver con las peleas entre las bandas criminales.
La instrucción por el asesinato de Isabel Florinda Morales, ocurrido a las 0.25 del sábado, quedó en manos de la fiscal de Homicidios y Violencia Institucional Andrea Lazo. La mujer nacida el 24 de setiembre de 1960 y domiciliada en la manzana F del barrio Covidetyc —ubicado hacia el este del Papa y el sur de calle Salvador Arias— recibió un proyectil en la cabeza mientras se encontraba en zona de calles Alpatacal y Oceanía, tal como reveló El Sol. Quedó en medio de un tiroteo a metros de un quiosco.
Por información a la que accedió este diario, hubo llamados al 911 advirtiendo sobre un grupo de hombres que venían cruzando disparos desde hace minutos. Parecía un hecho más de los tantos que suceden en la zona. Pero uno de los testigos contó que había una persona herida. Personal policial llegó hasta la escena en la movilidad 2714 para conocer en detalle la situación y transmitirla al CEO.
Los efectivos confirmaron que había una mujer tirada en el piso con herida de arma de fuego. Debido a esto, otra patrulla, la 3744, llegó hasta el teatro del hecho en apoyo.
La víctima se encontraba tendida en el piso y presentaba una lesión en la cabeza. Los rastros de sangre confirmaron que la mujer se encontraba fallecida. Más allá de las presunciones, una ambulancia del Servicio de Emergencias Coordinado llegó hasta el barrio Covitedyc.
Un médico tomó contacto con la víctima mientras el lugar se había llenado de familiares y curiosos e hizo un diagnóstico inicial: presentaba “herida de arma de fuego con pérdida de masa encefálica”, confirmando el deceso. Policía Científica y personal de la División Homicidios fueron desplazados hasta el lugar. Debido a que los ánimos vecinales estaban caldeados, desde el Ministerio Público se ordenó el rápido levantamiento del cadáver para llevarlo hasta el Cuerpo Médico Forense.
Lo que se vivió en esos momentos fue dramático. Policías que hablaron con este diario detallaron que, mientras se desarrollaban los trabajos de Científica, las bandas criminales continuaban a los tiros en el sector. No sólo eso: familiares de Morales se mostraron hostiles con los efectivos, los insultaron y contaminaron la escena desplazando el cuerpo de la mujer de un lugar a otro.
De todas formas, los pesquisas continuaron trabajando algunos minutos más en el lugar. Tomaron contacto con un par de hombres —uno de 33 años y otro de 70 y con domicilio en el mismo Covitedyc—, quienes aportaron algunos datos que sirvieron para encaminar la instrucción y reconstruir el asesinato de Morales.
El primero detalló que su hijo de 16 años caminaba detrás de Morales por calle Alpatacal cuando comenzaron a sentirse disparos que “venían desde el este”. Al sentir que las balas pasaban cerca, decidió resguardar su integridad física en un domicilio. Por su parte, el septuagenario agregó que se encontraba en un quiosco con la víctima y que luego ella se dirigió hacia el este.
En ese momento comenzaron a escucharse detonaciones de arma de fuego y que, al ingresar al domicilio, la observó que cayó al resultar lesionada.
Además, se presentó una mujer ante los policías que se encontraban en la escena. La mujer, también domiciliada en el Covitedyc —a pocas casas de donde vivía Morales—, les entregó una bolsa de nylon verde que contenía en su interior 19 vainas servidas calibre 9 milímetros y un par calibre 22. La testigo aseguró que son las que tiran los malvivientes de la zona y que, en los últimos días, “las había juntado”.
Los casos se encuentran en proceso de instrucción. Testigos y vecinos de la zona buscan refugiarse más que declarar en las causas. Temen por su integridad física. Mientras todo esto sucede y los habitantes de la zona exigen soluciones, los grupos juveniles buscan continuar con el negocio.
Responden a personajes con mayor poder. Algunos están en la cárcel o tienen detención domiciliaria y dirigen a sus hombres de confianza para mantener un narcomenudeo que genera millones de pesos de ganancia.
Fuente: www.elsol.com.ar